Wednesday, October 18, 2006





Energía y los Límites Físicos del Planeta


La eficiencia energética es la obtención de los mismos bienes y servicios energéticos, con menos recursos, con la misma o mayor calidad de vida, con menos contaminación, lo que implica alargar la vida de dichos recursos y menores conflictos sociales. Algo que choca frente al constante incremento del consumo energético mundial. Olvidamos que el mayor problema del planeta se encuentra en sus límites físicos.

La eficiencia energética es la obtención de los mismos bienes y servicios energéticos, pero con menos recursos, con la misma o mayor calidad de vida, con menos contaminación, a un precio inferior al actual, lo que implica alargar la vida de dichos recursos con menos conflictos sociales. Un concepto que choca frente al constante incremento del consumo energético mundial. Progresivamente, nos vemos forzados a repensar los proyectos de desarrollo, así como a revalorar las fuentes alternativas que permitan un desarrollo energético sustentable. Esto, porque el principal problema del planeta se encuentra en sus límites físicos. Frente al modelo teórico de la economía convencional que defiende el crecimiento sin límites, se opone la terca realidad de que el planeta está físicamente limitado. Los recursos fósiles y la biósfera son escasos y sensibles a perturbaciones. Cualquier producto o servicio que la sociedad genere, perturba en una determinada cantidad y calidad al planeta.
Si ignoramos esta contrapartida de nuestro consumo, haremos insostenible la vida y con ella, disminuirán las posibilidades reales de pensar y revertir la situación. Según las cifras entregadas por José SantaMarta, director de World Watch, en el mundo, la sociedad de consumo la integran 1.728 millones de personas, el 28% de la población mundial: 242 millones viven en Estados Unidos (el 84% de su población), 349 millones en Europa Occidental (el 89% de la población), 120 millones en Japón (95%), 240 millones en China (apenas el 19% de su población), 122 millones en India (12%), 61 millones en Rusia (43%), 58 millones en Brasil (33%) y sólo 34 millones en el África subsahariana (el 5% de la población). En total, en los países industrializados viven 816 millones de consumidores (el 80% de la población) y 912 millones en los países en en los países en desarrollo (sólo el 17% de la población del Tercer mundo). Mientras los 1.700 millones de consumidores gastan diariamente más de 20 euros, hay 2.800 millones de personas que tienen que vivir con menos de 2 euros diarios (lo mínimo para satisfacer las necesidades más básicas) y 1.200 millones de personas viven con menos de 1 euro diario en la extrema pobreza.
Mientras el estadounidense medio consume cada año 331 kilos de papel, en India usan 4 kilos y en gran parte de África menos de 1 kilo. El 15% de la población de los países industrializados consume el 61% del aluminio, el 60% del plomo, el 59% del cobre y el 49% del acero.
Cifras similares podrían repetirse para todo tipo de bienes y servicios. Situación insostenible Si los hábitos de consumo de los 1.700 millones de consumidores se extendiesen a toda la población mundial (6.300 millones de personas), la situación sería completamente insostenible, a causa del consumo de agua, energía, madera, minerales, suelo y otros recursos, y la pérdida de biodiversidad, la contaminación, la deforestación y el cambio climatológico. En pocas palabras, nos comeríamos el planeta. Por ejemplo, entre 1950 y 2002 el consumo de agua se ha triplicado, el de combustibles fósiles se ha quintuplicado, el de carne creció un 550%, las emisiones de dióxido de carbono han aumentado un 400%, el PIB mundial aumentó un 716%, el comercio mundial creció un 1.568%, el gasto mundial en publicidad creció un 965%, el número de turistas que salieron de sus fronteras creció un 2.860%, el número de automóviles pasó de 53 millones en 1950 a 565 millones en 2002 y el consumo de papel creció un 423% entre 1961 y 2002. Las importantes ganancias en eficiencia se ven rápidamente absorbidas por el aumento del consumo. Las viviendas son cada vez mayores y los automóviles cada vez más potentes. Lo barato cuesta caro Dice W. Berry (1987), citado por Durning (1994) que nuestra economía es tal que “las cosas de la creación son tan baratas que no nos sale a cuenta cuidarlas». Indica que la mano de obra es cara, el tiempo es caro, el dinero es caro, menos la reposición de los bienes de consumo. Éste es el punto clave, la permanencia del hombre en la Tierra está ligada a la permanencia de las cosas. El diseño robusto, la calidad, la larga duración y la reparabilidad de los bienes de consumo serán los criterios que poco a poco tendrán que ir penetrando en el diseño industrial. La compra de bienes de consumo debe ser sustituida por la compra del servicio que prestan. Aparecerán nuevas empresas que alquilarán electrodomésticos, ordenadores, muebles, envases, medios de transporte, calefacción, aire acondicionado, etc, que se harán cargo desde la cuna hasta la tumba de los equipos. Igual que las fábricas más modernas imponen el just in time a sus suministradores para conseguir tiempos y gastos de almacenaje óptimos en el ensamblaje, habrá que reinventar el just in time inverso para que con el desensamblaje retorne a cada fabricante la parte del producto final que produjo.
Los transportes no sólo optimizarán su viaje de ida al consumidor sino su viaje de retorno. Si toda la naturaleza funciona por ciclos materiales, el hombre debe aprender a cerrar sus ciclos materiales, lograr poner en práctica el desarrollo sustentable, simplemente, por los límites físicos de la naturaleza.

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